Cuenta la Leyenda que la construcción del Acueducto de Segovia no fue obra de los romanos como creemos todos, sino del mismísimo diablo. Aunque han transcurrido dos milenios, esta leyenda sigue viva en la memoria colectiva.

Según la historia, una joven, harta de acarrear cántaros de agua hasta su casa, ya se sabe que Segovia es una ciudad con muchas cuestas, expresó el deseo de tener una forma más cómoda de llevar el agua hasta su casa a cambio sería capaz de vender su alma. El diablo, siempre atento a estas ofertas escuchó su petición, y sin perder la oportunidad, se ofreció a la joven para construir un acueducto que llevara el agua hasta su mismísima puerta cambio de su alma.

A la joven le pareció bien la propuesta con una condición: que el acueducto estuviera terminado en una sola noche. Como no podía ser de otra manera, el diablo se puso manos a la obra con mucha determinación. Si os fijáis podéis ver unas hendiduras en cada bloque de granito, estas serían las marcas que las garras del diablo producían al mover las enormes piedras.

Mientras la obra avanzaba a buen ritmo, la joven comenzó a arrepentirse porque comprendió el terrible error que estaba a punto de cometer al vender su alma y empezó a rezar desesperada para que el diablo no terminara su obra.  Tanto rezó que sus súplicas fueron escuchadas y una hora antes de que amaneciera y el diablo pudiera terminar su hazaña el sol apareció en el horizonte. Este acontecimiento impidió que el diablo pudiera finalizar su obra. Así Segovia se quedó con un maravilloso acueducto, la joven con el agua a la puerta de su casa y el diablo con un palmo de narices. La escultura que podéis ver en la cuesta de San Juan se ha inspirado en esta leyenda.

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